lunes, 19 de octubre de 2009

[CHAPTER FIC] YES, MASTER {EUNHAE}

Capitulo 4



Me sentía fatal. Mi cuerpo pesaba y mi trasero ardía. Lo sentía grande y rojo, palpitando y haciéndose más grande cada vez. Al menos había parado de llorar patéticamente. La crema que me echaba Hyukjae se sentía refrescante.



-          Para ser tu primera vez, reaccionaste mejor de lo que esperaba – comentó Hyukjae, aplicando más crema en todo mi trasero – lo que sentiste fue tan intenso que hasta te corriste y no te diste ni cuenta – murmuró al acercarse a mi oído. Levanté la cabeza, arrepintiéndome de inmediato. Cualquier movimiento me causaba dolor hasta en los huesos. Estaba hecho polvo.



Volví a recostar mi cabeza sobre la cama mirando al pelirrojo. ¿Me había corrido? Observé mejor la ropa de Hyukjae y vi con sorpresa una mancha oscura en el costado de su pantalón. Me puse rojo al instante, escondiendo la cara entre mis manos.



Maldije mi cuerpo por reaccionar de esa forma. ¿Dónde se había ido mi fuerza de voluntad? No lo entendía del todo. ¿Acaso había nacido con un instinto sadomasoquista? Hyukjae no había hecho más que golpearme con fuerza, dejándome marcas y mi cuerpo reaccionaba de esa manera tan placentera. Si, debía tener una vena masoquista o algo.



-          ¡Ah! ¡¿Qué haces?! – reclamé moviéndome un poco, ocupando la energía que me quedaba, alejándome de la mano del pelirrojo. Había bajado por mi entrepierna, separando mis nalgas para presionar mi abusado agujero. – ¡Mierda! – reclamé de golpe, mordiendo mi mano al sentir los dedos del pelirrojo tanteando mi entrada.



Ya no era virgen. Esa mañana había perdido la poca decencia que me quedaba. Las lágrimas no tardaron en inundar mis ojos. Odiaba esta situación. Odiaba ser reducido a un beta. Odiaba a mi padre por hacernos esto.



Lloré con más ganas, hundiendo mi cara en la almohada al sentir los dedos de Hyukjae dentro de mí, moviéndose, intentando provocar algo enterrándose en mi recto. Pero estaba cansado, con el cuerpo apaleado, casi adormecido y mi corazón roto por culpa de mi familia.



Escuché como el pelirrojo chasqueaba la lengua, retirando su mano de mi cuerpo.



-          Eres un mal beta, Donghae – siseó cerca de mi oído, agarrándome con fuerza del pelo de la nuca para que levantara el rostro, doblando mi cuello hacia atrás – ¡pero me encargaré de que eso cambie y serás el mejor para mi aunque me tome meses entrenarte como es debido! – gruñó enfadado, soltándome con brusquedad. Tomó mis brazos, sujetándolos a mi espalda, esposándolos con unos grilletes de cuero, unidos por una cadena de metal.



Me levantó de la cama alzándome sobre su hombro, sorprendiéndome por la fuerza que tenía. Se veía demasiado delgado como para tener esta fuerza.



Con grandes zancadas cruzó la habitación, dejándome pegado a la pared. Mi cuerpo aún no respondía del todo, pero intenté afirmarme para no quedar sentado en el suelo. Mi trasero aún escocía por los golpes que hace un momento me había dado.



El pelirrojo se acercó a la cruz de madera que estaba a unos pasos, colgando de la pared, comenzando a manipularla. Lo vi sacando un papel cuadrado de color plateado de uno de los cajones, abriéndolo con los dientes. Retiró algo plástico del interior y lo colocó en la punta que sobresalía de la cruz.



-          Ya que no te agrada que te trate bien, haremos las cosas como a mí me gustan – dijo llegando a mi lado, tomándome por debajo de los brazos para alzarme un poco.



Cuando vi que me llevaba hasta esa cruz me puse a patalear, logrando que me bajara. Pero antes de que pudiera decir algo, una cachetada me cruzó el rostro dejándome aturdido, sin poder reaccionar.



Sentí que me alzaba nuevamente, bajándome luego y abriendo mis piernas con sus manos. Grité en cuanto noté que esa punta, ahora cubierta por una goma, comenzaba a penetrarme, abriéndose paso dentro de mi recto sin preparación alguna. Era menos grueso que el pene del pelirrojo pero un poco más largo. Me estaba haciendo daño por dentro.



-          ¡Quieto! – gruñó el pelirrojo, empujándome hacia abajo. Volví a gritar, intentando moverme, ponerme de pie o algo. Estaba siendo empalado sobre una cruz de madera. – si te mueves será peor. – amenazó cerca de mi rostro.



Una cadena corta fue sujeta a uno de los aros de atrás de mi collar, sosteniéndome cerca de la madera y mis brazos fueron soltados para luego volver a amarrarlos hacia arriba, a cada argolla de los lados, dejándolos abiertos y casi de forma horizontal a mis hombros. Mis pies apenas tocaban el suelo al estar mis piernas abiertas. Casi todo mi peso caía sobre mis caderas, empujando mi cuerpo hacia abajo sobre el falo de madera que estaba enterrado dentro de mí.



Volví a llorar sintiéndome flagelado en un nuevo nivel. Esto era peor que ser azotado por la mano del pelirrojo.



-          Hermoso – susurró Hyukjae, pasando una mano por mi rostro, recogiendo una lágrima para saborearla en su boca – este es y será tu castigo cada vez que seas un mal beta – dijo sonriendo – aunque también podría ponerte aquí tan solo para admirarte. Tienes un cuerpo hermoso Donghae – su sonrisa parecía una burla a mi sufrimiento. Corrí el rostro intentando esconderlo, pero cualquier movimiento hacía que el falo de madera se enterrara más en mi interior, causando que me quejara y mis lágrimas no dejaran de caer.



Se alejó de mí, dejándome ahí sin apenas moverme para no seguir penetrándome aún más. Lo observé de reojo, viéndolo caminar hasta un teléfono.



-          Traigan a Junsu – dijo de forma seria, colgando el teléfono en cuanto terminó de hablar.



Se dio vuelta a mirarme con una mueca de burlona en el rostro, causándome escalofríos.



Pasó menos de un minuto hasta que unos golpes en la puerta distrajeron al pelirrojo. Entró un sirviente seguido de cerca por el rubio pedante con el que compartía cuarto. Venía gateando detrás del sirviente con la cabeza agacha. En cuanto llegó cerca de Hyukjae, se acercó de forma rápida hasta sus pantuflas para besarlas con devoción, revolviéndome el estomago.



-          Puedes retirarte – le indicó al sirviente, quien hizo una reverencia al pelirrojo antes de salir por la puerta. – arriba – dijo con voz firme. Junsu se enderezó en el suelo, hincándose con las manos tras su cabeza sin levantar la mirada.



Vi la sonrisa del pelirrojo al mirar al joven que tenía en frente. Esa mirada de aprobación que hacía a sus facciones suavizarse, dándole un aire no amenazador y hasta un poco inocente.



Volvió su vista hasta mí, colocándose serio nuevamente por unos segundos.



Tomó el mentón del rubio, alzándolo hasta levantarlo lo suficiente para que lo mirara. Volvió a sonreír, acariciando con sus dedos la mandíbula de Junsu, notando como éste se sonrojaba levemente.



-          Vas a hacerme feliz hoy – dijo soltando el rostro del joven rubio, colocando sus manos sobre la cabeza de este, acariciando su cabello de forma suave, separando unos mechones de su frente para despejarla. – Desnúdame. – ordenó.



Junsu de inmediato se acercó, abriendo el pantalón del pelirrojo, bajándolo hasta los tobillos junto con la ropa interior. Ahogué un gemido de sorpresa al ver como la piel de Hyukjae quedaba a la vista. Tenía un cuerpo tonificado, a pesar de su finura. Sus piernas eran esbeltas, sus brazos marcados al igual que su torso. No tenía ni un gramo de grasa y cada vez que se movía los músculos en diferentes partes de su cuerpo se marcaban.



Quedó por completo desnudo frente a Junsu quien de inmediato tomó el miembro erguido de Hyukjae entre sus manos, introduciéndolo dentro de su boca de forma ansiosa.



Cerré los ojos. No quería mirar otra vez como el pelirrojo tenia sexo. Pero los sonidos inundaban la habitación y despertaban mis sentidos, sin poder controlar el efecto que eso tenía sobre mi cuerpo.



Me mordí el labio notando como mi miembro comenzaba a endurecerse. Maldije al pelirrojo y a mí mismo por reaccionar de esta forma. Las lágrimas no tardaron en aparecer otra vez.



--



Hyukjae comenzó a mover las caderas, embistiendo de forma lenta la boca de su beta, por ahora, nuevo favorito, gimiendo de gusto al escuchar los sonidos ahogados que éste hacia cada vez que tragaba su verga hasta tocar el final de su garganta.



-          Si, así – gemía sosteniéndolo del pelo de la nuca, guiando sus movimientos – has que me corra, bonito – murmuró, notando como Junsu colocaba más emoción a las succiones. Los cumplidos siempre surtían el efecto deseado en sus beta y no le molestaba el hacerlos, siempre y cuando se los merecieran.



Sintió su pene hincharse y ese agradable cosquilleo en la parte baja de su abdomen. Estaba a punto de correrse y quería disfrutarlo al máximo.



Volteó su cabeza para mirar a Donghae, sonriendo al ver que tenía su vista fija en lo que él hacía, con lágrimas en los ojos. Su cuerpo reaccionaba aún mejor de lo que esperaba ante el estimulo visual y eso le provocaba un inmenso placer. Quería disfrutar de Donghae, corromperlo hasta el extremo, moldearlo a sus necesidades. Pero primero debía educarlo. Ese pequeño beta sufriría esa noche por no satisfacerlo como él necesitaba.



Con un ronco gemido se vino en la boca del beta, moviendo sus caderas cada vez más lento, haciendo que el rubio se tragara todo. Dejó que Junsu limpiara su miembro pasando la lengua hasta dejarlo brillante con su saliva.



Se apartó del rubio caminando con toda la tranquilidad del mundo hasta la pared donde tenía las fustas, látigos y varillas, escogiendo una en especial, la número 30 de su colección. Esa noche tenía ganas de dejar un cuerpo marcado de tanto golpe, una piel roja y caliente para luego enterrar su verga hasta quedar sin energía.



-          Arriba, contra la pared – ordenó apuntando al beta rubio que de inmediato se puso de pie, casi corrió a la pared que tenía en frente abriéndose de piernas y, apoyando las manos sobre la superficie, esperó obediente a su amo con la cabeza agacha. Hyukjae sonrió con satisfacción, lamiéndose los labios al ver tan abultado trasero a su disposición.



Junsu ya tenía algunas marcas hechas por él cuando ocupaba su látigo, nada profundo, tan solo unos raspones que con el tiempo se curarían. Jamás lastimaba a un beta hasta dejarle marcas profundas, aunque a veces le daban ganas, sabía medirse con los castigos. Hasta el momento.



En su mano tenía una paleta de madera, de unos 10 cm de ancho, larga con mango de madera tallada, la punta más ancha estaba recubierta con cuero negro brillante para amortiguar el daño que podía causar la madera sola sobre la piel.



Se colocó detrás del beta rubio, quedando frente a Donghae que seguía con la vista fija en él de forma desafiante. Hyukjae se lamió los labios antes de correr la mirada hasta Junsu que lo esperaba ansioso.



-          ¿Serás bueno para mí? – preguntó en tono meloso, casi burlón, pasando sus dedos por la espalda del beta, delineando su columna. Pudo sentir los escalofríos que ese pequeño toque le provocaba. Junsu estaba bien entrenado y sabía cómo complacerlo, así que sacaría el mejor provecho de aquello.



El primer golpe cayó sordo sobre el centro de la abultada carne, impulsando el cuerpo del rubio hacia adelante, perdiendo un poco el balance al pillarlo desprevenido. Hyukjae sostuvo el pelo de la nuca del joven, tirando su cabeza hacia atrás. Junsu soltó un quejido bajando la mirada avergonzado a lo que el pelirrojo asintió de forma seria. Era una muda disculpa por haber perdido el equilibrio.



Dos golpes más le siguieron de forma rápida y con fuerza, retumbando en los oídos de Hyukjae. Ese sonido de la carne al ser azotada le calentaba. Sentía un cosquilleo en la parte baja de su vientre expandiéndose por el resto de sus extremidades.



Volvió a golpear tres veces más las nalgas del beta rubio, sin medir su fuerza, causando que a éste le temblaran las piernas. Pero de su boca no salía sonido alguno ni tampoco había perdido la posición. Tomaba todo lo que Hyukjae le daba sin reproche alguno ni quejas.



-          Mierda, Junsu – Bramó Hyukjae golpeándolo un par de veces más, impulsando el cuerpo del beta hacia adelante con cada azote – tú si sabes cómo complacerme – jadeó. Su pene ya estaba duro y botando un poco de líquido preseminal por la punta. El trasero del rubio brillaba de un rojo profundo después de tanto golpe, emitiendo un poco de calor.



Soltó la paleta, dejándola caer al suelo, agarrándose de las caderas de Junsu para colocarse detrás de él. El joven apenas si se sostenía en pie, aún afirmado contra la pared, pero eso a Hyukjae no le importaba. Abrió las nalgas del  rubio con sus manos, disfrutando del calor y del cómo palpitaban en sus manos, metiendo su miembro por entremedio de ellas hacia arriba, frotándose contra el abultado trasero.



-          Hmm… tan bueno… – jadeó Hyukjae subiendo con sus manos por el cuerpo del joven, acariciándolo con suavidad, casi abrazándolo, hasta llegar a sus tetillas, jalándolas con fuerza. – gime, quiero escucharte – ordenó ejerciendo presión nuevamente con sus dedos sobre los botones café del beta. Junsu soltó todo el aire que estaba conteniendo en un fuerte y placentero gemido, agachando la cabeza y curvando su espalda ofreciéndose aún más a su amo.



Hyukjae volvió con una de sus manos hasta las caderas del rubio, afirmando su pene con la otra, esparciendo el líquido viscoso que salía de la punta por toda la extensión, para luego guiarlo a la pequeña entrada escondida entre las nalgas del beta. Ni siquiera se dio tiempo para prepararlo antes de enterrarse con fuerza en su interior, penetrándolo de golpe. Junsu gritó adolorido, soltando un par de lágrimas al ser abierto de forma tan brutal. Sus manos estaban empuñadas contra la pared y su cuerpo temblaba intentando controlar los espasmos de dolor, relajándose para acostumbrarse a la intrusión.



El pelirrojo esperó unos segundos antes de comenzar a moverse con lentitud contra el cuerpo del rubio, ayudado por el presemen que cubría su punta y parte de su miembro para poder deslizarse con mayor soltura en su interior.



-          Hm... estás tan apretado – se quejó, moviendo sus manos por el cuerpo del beta para distraerlo. Arañando su piel y acariciando sus tetillas con lentitud. Apoyó su boca en la nuca del beta unos segundos, notando como el joven comenzaba a mover sus caderas hacia atrás pidiendo más de forma sumisa.



Pronto los jadeos de dolor se convirtieron en gemidos de placer por parte de Junsu. Hyukjae lo pegó contra la pared, embistiéndolo cada vez más rápido. Lo tenía abrazado por el torso, juntando sus cuerpos para gemir en el oído del beta, susurrándole palabras de adoración por lo bien que se comportaba, provocando que se sonrojara y gimiera con más ganas, recibiendo el miembro del pelirrojo cada vez más profundo.



Un movimiento en particular hizo que el rubio gimiera más fuerte, echando su cabeza hacia atrás. Hyukjae había encontrado su próstata. El pelirrojo sonrió con gusto, enfocando sus embestidas en ese mismo punto, disfrutando de como el cuerpo del beta se contraía de placer.



Dejó de abrazarlo para volver a tomarlo de las caderas, enterrándose con vigor en el recto del joven beta que gemía ya sin control. El pene del pelirrojo estaba hinchado y a punto de correrse. Lo sacó con rapidez, sosteniéndolo sobre la espalda baja de Junsu, al inicio de su trasero, acariciando su miembro mientras se venía con un gemido ronco, vertiendo toda su esencia en el trasero rojo del rubio.



Soltó su pene y con sus dedos comenzó a esparcir el semen por el trasero de Junsu, untando un poco en su entrada, metiendo los dedos. El joven beta gimió dejándose caer sobre la pared, ya no soportando más tanto estímulo. Sus rodillas tocaron el suelo cuando acabó su orgasmo, botando todo su semen en el suelo de la habitación y parte de la muralla que aún lo sostenía.



Hyukjae esperó unos minutos recuperando el aliento, pasando una mano por su rostro y pelo, despeinándose para apartar el sudor de su frente. Miró a Donghae y éste tenía la cabeza agacha, pero podía oír unos suaves sollozos que venían de su cuerpo casi sin movimiento. El pequeño beta había tenido un orgasmo mirando como Hyukjae disfrutaba del cuerpo de Junsu. Sonrió al ver el torso del castaño manchado con pequeñas gotas translucidas que caían hasta sus piernas y en el suelo otro charco del líquido viscoso.



-          Buen beta – dijo el pelirrojo, observando como Donghae abría los ojos y lo miraba sorprendido – Eres un buen beta, Junsu – tocó el hombro del rubio que ya se había recuperado y ahora estaba hincado de cara a la pared con las manos en la cabeza. – a la cama, ahora – ordenó.



Caminó hasta donde estaba Donghae, pasando de largo por su lado. Tomó otro de sus juguetes de la pared. Sabía que el pequeño se había hecho daño con el falo que lo penetraba, pero eso no iba a cambiar sus planes para la noche. Aun faltaba mucho para quedar completamente satisfecho.





---



Desperté asustado, sentándome de golpe en el colchón en donde estaba acostado. De inmediato, un dolor horrible me atravesó la espalda baja, botándome de bruces al colchón otra vez.



-          Mierda – murmuré intentando acostumbrarme a la poca luz que había en la habitación y al dolor que me atravesaba el culo.



-          ¿Donghae? – escuché mi nombre de cerca. Levanté un poco la cabeza notando la silueta de alguien acercándose a mí en la oscuridad. – Donghae, soy Sungmin – dijo con un tono risueño en su voz



Recordé todo de golpe. El pelirrojo, sus golpes, la cruz, sus juegos, Junsu. Me había desmayado de dolor en algún momento en esa habitación.



Cerré los ojos sintiendo mi cuerpo pesado y adormecido. Hubiera sido mejor si todo fuera producto de un mal sueño. Suspiré con tristeza. Las lágrimas volvían a amontonarse en mis ojos, escociéndolos. No quería llorar, pero no podía evitarlo. Era un maldito beta. Mi mundo se había destrozado. Ya no me quedaba nada.



-          ¡Hey! no llores – sentí la mano del Sungmin en mi pelo, acariciándolo con suavidad. El que sintiera lástima por mí no hacía que doliera menos. Todo lo contrario. Él si había nacido en una familia beta, no como yo que de la noche a la mañana caí en esto. – no llores Hae, harás que la fiebre vuelva. – ¡como si a mí eso me importara!



Sollocé más fuerte hundiendo mi cara en la almohada. Quería morir, prefería eso a seguir aquí en manos de un pelirrojo sádico que intentaba entrenarme metiéndome un falo de madera por el trasero.



La mano de Sungmin se sentía fría sobre mi nuca ¿Había tenido fiebre? No recordaba nada después de tener ese horrendo orgasmo al ver como Hyukjae penetraba al rubio pedante. Tenía una vena masoquista, eso ya me había quedado claro después de utilizar el falo que me atravesaba para darme placer ya que, no podía ocupar las manos.



-          Mierda, soy un asco de beta – murmuré volteando la cara, intentando ver a Sungmin que seguía pasando su mano por mi cabeza tratando de consolarme.



-          Eres un beta en entrenamiento, es obvio que no eres bueno – dijo el moreno soltando una risita.



-          ¡¿Qué?! – bramé furioso. Estaba claro que Sungmin no notó el sarcasmo de mis palabras.



-          Que eres un beta en entrenami…-



-          ¡Cállate! ¡Cállate! – grité aparando su mano de mi de un golpe, sentándome en el colchón, mordiéndome el labio intentando aguantar la punzada de dolor por el movimiento que había hecho. – ¡no soy un beta! ¡No lo soy! – chillé furioso sin dejar de llorar. Sungmin me miraba con una mueca triste, pero en ningún momento se apartó de mi lado.



-          Lo sé – dijo de forma tranquila – sé que no naciste beta como Junsu y yo, lo sé – su tono de voz estaba calmado a pesar de mi llanto y gritos. – Junsu me explicó que eras el hijo de una familia Alfa que cayó en desgracia y que por eso acabaste aquí – lo miré sorprendido, ¿Cómo sabían eso? ¿Acaso estaba escrito en alguna parte de mi cuerpo? – Tu comportamiento te delató. No eres el típico beta en entrenamiento – comentó casi riéndose – por lo general los beta en entrenamiento son un tanto rebeldes, pero acatan las ordenes muy rápido ya que tienen un conocimiento base de lo que serán cuando cumplan la primera mayoría de edad. Pero tú – sonrió acercando una mano a la mía – eras completamente inocente cuando te tomé con mi boca en la sala de juegos del amo. – el rubor cubrió mis mejillas al instante al recordar aquello y daba gracias a que el cuarto estaba oscuro o vería todo mi cuerpo rojo de vergüenza. – en un comienzo pensé que era extraño tu comportamiento, pero no fue hasta que Junsu me explicó que lo entendí. – apoyé mi espalda contra la pared agradeciendo el contacto frío con mi piel que estaba casi hirviendo. Seguramente si tenía fiebre otra vez. – Pero Hae, ahora eres un beta. Debes aceptar tu destino.



-          ¡Primero muerto! – lo miré enfurecido, apartando su mano de la mía. – moriré desangrado la próxima vez que me ate a esa cruz de madera, no me importa. ¡No quiero estar acá! ¡No quiero! ¡No lo merezco! – lloré encogiendo mis piernas para esconder mi rostro entre mis brazos. Sentí como el colchón se hundía frente a mí y las manos de Sungmin rodeándome, haciendo que me apoyara contra su pecho desnudo. Era extraña esta situación al estar ambos faltos de ropa, pero no podría importarme menos. Quería salir de este lugar o morir. Lo primero que ocurriera.



Sungmin se meció conmigo entre sus brazos sin dejar de acariciar mi cabeza con sus largos dedos, tarareando algo entre sus labios, intentando calmarme.



Poco a poco paré de llorar y me dejé llevar por el sonido de su voz que retumbaba en su pecho.



No tenía hermanos, era hijo único, pero suponía que esto se sentía cuando tenías a un hermano mayor que cuidaba de ti después de tener una horrible pesadilla.



Me alejé un poco de su lado sintiéndome avergonzado. Le decía cosas crueles y aun así Sungmin seguía tratándome bien a pesar de conocernos hace tan poco.



-          Hm… yo... – murmuré sin mirarlo aún, enredando mis dedos en la sábana que cubría el colchón donde estábamos sentados.



-          Está bien, no te preocupes – dijo sonriendo, revolviendo mi cabello con su mano – creo que no puedo ponerme en tu posición ya que no sé lo que es ser de una familia Alfa – se acomodó sobre el colchón apoyando su espalda contra la pared. – mis padres también nacieron siendo Beta. Pero ya sabes, cumples cierta edad y automáticamente pasas a ser sirviente de la familia que te compró. Mis padres eran Beta de una familia Alfa adinerada, no Elite, se conocieron ahí y decidieron casarse para no estar solos. Luego me tuvieron a mi – sonrió con melancolía mirando el techo – ser Beta no es tan malo si tienes un buen amo – explicó tomándome la mano nuevamente – hay Alfas que se enamoran de sus Betas y luego que cumplen la edad reglamentaria para ser ascendidos a sirvientes, les pasan una pequeña fortuna para que formen parte de los Alfa de clase baja y así casarse con ellos. He sabido de varias historias así. Pero se necesita suerte para que eso ocurra – rio mirándome a los ojos al ver mi reacción de sorpresa.



Me quedó dando vueltas eso de los Alfa que aman a sus Beta ¿No eso estaba penado por la ley?



-          Pero, ¿no los Alfa sólo se pueden casar con otros que nacieron siendo Alfa? – pregunté curioso.



-          Ah, pero estoy hablando de los Alfa poderosos – dijo sonriendo divertido al ver que sus palabras me habían picado la curiosidad. – Además, las reglas se hicieron para romperlas.



-          ¿Y que pasa si descubren que el Alfa está enamorado del Beta antes de que este último cumpla la edad reglamentaria para ser libre? – me acomodé mejor a su lado sin dejar de mirarlo. Sungmin era una fuente de información demasiado valiosa.



-          En ese caso el Beta es vendido a otra familia de la misma clase social o es liberado, dependiendo de la edad que tenga. Aunque es difícil que eso ocurra. Por lo general ambos se enamoran y mantienen en secreto su relación así que es difícil probarlo para que los separen. – dijo pensativo – no he oído de ninguna historia así, aunque puede ocurrir, pero es difícil la verdad.



Pasé una mano por mi rostro secando las lágrimas que ya habían dejado de caer. Una idea se estaba formando en mi mente, pero no quería esperar tanto tiempo para llevarla a cabo. Necesitaría ayuda para realizarla.



Le sonreí a Sungmin, tomando su mano entre las mías. Esto era lo que necesitaba.



-          Me ayudarás, ¿verdad? ¿Me ayudaras a que Hyukjae se enamore de mí para ser libre otra vez?

No hay comentarios: